Tiempo de lectura estimado : 2 Minutos, 42 Segundos
Lo popular, tradicional y clásico muestra una expresión genuina en la Halva. Que si en los mejores restaurantes o en un mercado israelí, allí está para degustar y dejarla en el recuerdo de las experiencias que se desean repetir. Su masa apetitosa trascendió fronteras aquí o más allá de la tierra prometida, sea en Los Balcanes, el Mediterráneo oriental y, en el Medio Oriente, Irán; también está en la India, Pakistán o en las regiones contiguas al mar Báltico.
¿Saciar el paladar, seguir la tradición? ¡Disfrutemos de la Halva!
¿Saciar el paladar, seguir la tradición? ¡Disfrutemos de la Halva!

Desde un principio, el sabor de esta masa dulce busca diferenciarse de cualquier plato similar preparado con pasta de sésamo o tahine; de hecho, el vocablo “Halva” se aplica para diferenciar a este excepcional dulce israelí de otros que también son elaborados con la pasta de sémola. Pero, por su presentación, la Halva no se diferencia de un tradicional turrón, incorporando además en su hechura al azúcar, miel de cualquier variedad y semillas como girasol. La masa de la Halva, en la muy original versión israelí, logra para su textura una especial suavidad que la distingue de la presentación árabe, un tanto arenosa al tacto del gusto.

De la Halva existe cualquier variedad en preparación y sabores, en los que interviene un apreciado abanico de otras pastas usadas como alimento. En este terreno de la tipología, alcanza hasta para prepararla en pastel con crema de café, ¡todo un manjar! Pero siempre la textura de la masa hará la distinción de la Halva, lo que se puede apreciar, sin lugar a dudas, entre la Halva hecha a base de semolina (tan parecida a una gelatina –tipo polenta- y un tanto transparente), y la que elaboramos con la inclusión del sésamo (más seca y dejando sentir algún tacto crujiente). La Halva con semolina se prepara en base al trigo, edulcorantes tradicionales (azúcar, miel), aceites o mantequilla (mejor aún para la textura final de la masa), agregando frutas secas (pasas, dátiles, nueces, almendras o pistachos para que aquello resulte empalagoso), todos como singulares “obstáculos” en la suavidad de la masa, única por inolvidable y en la que deviene el resultado de semejante mezcla de sabores. Esta variedad es consumida en cantidades apreciables en lugares tan diversos como Turquía, Irán, Albania, Bangladés, Grecia, Armenia, Chipre, Pakistán, Bulgaria o India, en cuya región norteña nació esta variedad de la Halva, aunque también es muy apreciada en la sureña ciudad de Thiru-nel-vaeli y en otros lugares donde la zanahoria forma parte de la receta. ¡Vean hasta dónde llegó la cocina israelí para adaptarse, pero sin perder la esencia de su origen!

Si se trata de la Halva en base a sésamo, tanto la semilla de esta como la pasta de tahini, la miel, hierba jabonera (emulsificante conocido como ‘erq al halaweh –en árabe- o çöven kökü –en turco) y azúcar entran a jugar un rol destacado para preparar el plato. Agréguele raíces de malvavisco, pasta de coco, zumo de naranja o limón, un toque de vainilla, el infaltable chocolate, pistachos o clara de huevo… ¡Y se hace aguas la boca si agrega leche condensada y ghee! ¿Qué más queda para una exquisitez que atraviesa por la culinaria de regiones con culturas tan diversas, pero siempre mostrando algunos lugares comunes y su inocultable origen israelí?

Como lo deseen, en  base a semolina, sésamo, girasol… la Halva es aceptable para la economía, dado su costo accesible; también para los más pequeños de la casa por sus nutrientes y calorías, ante todo en temporada de invierno. ¡Y buen provecho!