Un día, tuvieron una conversación típica de vecinos, y el sirio le comenta al turco que hay un local en alquiler al lado de la ferretería y desea montar otro negocio allí, el de un restaurant con comida turca, ya que siempre ha sido su sueño. El turco de inmediato le manifiesta su interés de ser parte de ese proyecto, incluso le comenta que tiene la persona y los equipos necesarios para que se dé la idea.
Varios meses después, pasé por la ferretería y pregunté sobre lo que estaban montando en el local de al lado, entonces el sirio le explica todo y le añade que están próximo a abrir por si le interesa trabajar con ellos, y le explica que por lo pronto venderán sólo Shawarma pero luego anexarán poco a poco más comida, incluso helados, pasteles, comida de todo tipo con la intención de trabajar 24 por 24 horas.
Al fin, se abrió al público y comencé a trabajar con ellos, el lugar era algo modesto, decorado de rojo con blanco con banderas y objetos turcos. Desde el primer día fue todo un éxito, se hacían largas colas para poder entrar al local.
A las pocas semanas, el local cerró sus puertas al público debido a una discusión que tuvieron los socios, en donde se benefició el sirio, ya que fue él quien se quedó con el punto, el cocinero y todos los equipos que hacen vida allí.
El turco no podía quedarse con los brazos cruzados, y decidió montarle la competencia a los pocos pasos del local, vendiendo Shawarmas y otras comidas tradicionales turcas con precios por debajo del otro restaurante.
Gracias al Shawarma, ambos negocios han sido exitosos hasta nuestros días, incluso a veces deben cerrar más temprano debido a que se agota la mercancía.